Imagen de la antigua Presidencia Municipal de Acapulco donde se solucionaban problemas de tipo legal por violaciones al Bando de Policia y Buen Gobierno, el primero de estos surgio siendo Presidente Municipal mi abuelo Carlos E. Adame Rios en 1934.
Las multas por infringir el Bando era de uno a cinco, diez y hasta veinte pesos.
Se prohibían los entierros acompañados de música.
No se deberia ocupar las calles para amontonar escombros de construcción.
Estaba prohibido elevar los precios de los artículos de primera necesidad.
No se permitía que los menores jugaran en las calles.
Los expendedores de bebidas embriagantes.1imitaban a los parroquianos a ingerir de más. Se penaba si se permitía que los menores de edad tomaran.
Era un viejo empeño por moralizar a la sociedad.
Las cantinas y billares establecidos en el perimetro limitado estaban obligados a cerrar a las once de la noche.
Los establecimientos, fuera de ese perímetro, cerraban a las nueve de la noche.
Los bailes y fandangos que funcionaban sin permiso, se les multaba hasta con diez pesos.
La policía tenía buen cuidado de recoger a los niños que en edad escolar, vagaban por las calles.
Las autoridades velaban por la asistencia a las escuelas. Las multas a los padres llegaban hasta diez pesos.
Las multas por infringir estas disposiciones eran desde cinco, hasta veinticinco pesos.
Estaban prohibidos los repiques de las campanas de las iglesias, salvo los establecidos para las funciones religiosas.
Unicamente se tocaban las campanas de las iglesias en caso de incendio y la que estaba en la Playa que pertenecia al resguardo Marítimo, para anunciar la entrada de barcos o la pasada de éstos, que se decía de largo.
Ya iniciado el turismo, estaba prohibido que las personas anduvieran por las calles en traje de baño. Solamente podría lucirse esas prendas en las playas.
Sin haber tránsito intenso de las carreteras que llegaban a Acapulco, se prevenía a los campesinos, dueños de predios rurales, que los cercaran para evitar que sus animales hicieran daño o estorbaran el tránito, con el consiguiente peligro.
Se daba un plazo de veinticuatro horas para enterrar a los muertos.
No intervenían las autoridades sanitarias.
Se prevenia que las cantinas y billares, tuvieran mingitorios con todas las clases de seguridad sanitaria.
Fué en la Semana Santa de 1934, cuando por última vez se instalaron en Acapulco, toda clase de juegos, que ahora están prohibidos: ruletas, dados, barajas, etc.. En pleno Jardín
Alvarez, donde esta el Banco de Comercio y en otros lugares el juego, sentó por última vez sus reales.
El Presidente Municipal ganaba la fabulosa suma de cinco pesos diarios y su preocupación principal, casi la única. Era pagar a la policía.
El comandante de policía ganaba tres pesos y los policías un peso cincuenta centavos. El presupuesto de egresos llegaba a cincuenta mil pesos anuales.
Asi las cosas.
Las multas por infringir el Bando era de uno a cinco, diez y hasta veinte pesos.
Se prohibían los entierros acompañados de música.
No se deberia ocupar las calles para amontonar escombros de construcción.
Estaba prohibido elevar los precios de los artículos de primera necesidad.
No se permitía que los menores jugaran en las calles.
Los expendedores de bebidas embriagantes.1imitaban a los parroquianos a ingerir de más. Se penaba si se permitía que los menores de edad tomaran.
Era un viejo empeño por moralizar a la sociedad.
Las cantinas y billares establecidos en el perimetro limitado estaban obligados a cerrar a las once de la noche.
Los establecimientos, fuera de ese perímetro, cerraban a las nueve de la noche.
Los bailes y fandangos que funcionaban sin permiso, se les multaba hasta con diez pesos.
La policía tenía buen cuidado de recoger a los niños que en edad escolar, vagaban por las calles.
Las autoridades velaban por la asistencia a las escuelas. Las multas a los padres llegaban hasta diez pesos.
Las multas por infringir estas disposiciones eran desde cinco, hasta veinticinco pesos.
Estaban prohibidos los repiques de las campanas de las iglesias, salvo los establecidos para las funciones religiosas.
Unicamente se tocaban las campanas de las iglesias en caso de incendio y la que estaba en la Playa que pertenecia al resguardo Marítimo, para anunciar la entrada de barcos o la pasada de éstos, que se decía de largo.
Ya iniciado el turismo, estaba prohibido que las personas anduvieran por las calles en traje de baño. Solamente podría lucirse esas prendas en las playas.
Sin haber tránsito intenso de las carreteras que llegaban a Acapulco, se prevenía a los campesinos, dueños de predios rurales, que los cercaran para evitar que sus animales hicieran daño o estorbaran el tránito, con el consiguiente peligro.
Se daba un plazo de veinticuatro horas para enterrar a los muertos.
No intervenían las autoridades sanitarias.
Se prevenia que las cantinas y billares, tuvieran mingitorios con todas las clases de seguridad sanitaria.
Fué en la Semana Santa de 1934, cuando por última vez se instalaron en Acapulco, toda clase de juegos, que ahora están prohibidos: ruletas, dados, barajas, etc.. En pleno Jardín
Alvarez, donde esta el Banco de Comercio y en otros lugares el juego, sentó por última vez sus reales.
El Presidente Municipal ganaba la fabulosa suma de cinco pesos diarios y su preocupación principal, casi la única. Era pagar a la policía.
El comandante de policía ganaba tres pesos y los policías un peso cincuenta centavos. El presupuesto de egresos llegaba a cincuenta mil pesos anuales.
Asi las cosas.
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