Estamos en 1978. En Nueva York. Estamos atrapados en ese providencial período entre la invención de la píldora anticonceptiva y la aparición del sida. El mundo ha descubierto cómo vivir libremente, evitando restricciones morales, divirtiéndose, entregándose a una trilogía nueva: sexo, drogas y... música disco! Los que están en onda tienen el poder de sus pases VIP, esos que franquean la entrada al nightclub más famoso de Nueva York y del mundo, Studio 54, templo fundado por los señores de la noche Steve Rubell e Ian Schrager.En 1976 las discos se pusieron de moda.
En Nueva York se multiplicaban como hongos (alucinógenos). Cierta noche de farra en la disco Le Jardin, Ian y Steve descubrieron el futuro de sus negocios. Ian recuerda: Había electricidad en el aire, era frenético, no se podía mantener a la gente bajo control. Impresionados por el fenómeno, decidieron aprovechar la euforia del momento para abrir su propia disco. Eligieron un viejo estudio de TV situado en la calle 54, entre las avenidas 7 y 8, con capacidad para 2.000 personas. ¿El nombre? Obvio: Studio 54.El club fue pensado como un teatro, con una pista de baile que era también escenario, y con palcos. Los asientos estaban tapizados en seda y había almohadones por todas partes.
Cada mañana, entre los sillones, el personal de limpieza solía recoger joyas, cámaras de fotos, sobres con drogas. Eso habla claro del tipo de lugar que habían creado, lleno de famosos, paparazzis y amantes de las noches largas.Para lanzar Studio 54, Ian y Steve se dividieron el trabajo según sus inclinaciones personales. Steve, quien se confesaba bisexual, quedó a cargo de la entrada: decidía quién sería admitido, a quién se le permitiría atravesar la famosa cuerda de terciopelo que franqueaba el paso. Permitir la entrada a un nightclub es como hacer un casting: la obra sólo tendría éxito si los actores seleccionados eran buenos, decía. Ian asumió las cuentas y la organización. La noche de la inauguración fue un éxito total. El diseñador italiano Fiorucci patrocinó el evento, mientras Carmen DAlessio, famosa experta en relaciones públicas, se encargaba de contactar a los futuros clientes VIP.
Asistió tanta gente que Jack Nicholson no pudo entrar. En la invitación sólo se pedía vestirse de un modo sorprendente. Al día siguiente, en la primera página del diario New York Post, aparecía Cher con jeans y portaligas. Así empezaron a sucederse las noches de locura.La gente se sentía en un enorme parque de diversiones para adultos: los hetero se juntaban con los homo, había sexo por todas partes y drogas también. Sobre la pista de baile colgaba una efigie de la Luna aspirando cocaína. Las celebridades invitadas por el club tenían acceso libre a las bebidas alcohólicas, que circulaban con profusión.
Ahí era posible encontrarse con gente como Paloma Picasso, Angelica Huston, Jerry Hall, Lauren Hutton, Iman, Andy Warhol, Margaret Trudeau, Liza Minnelli, Ryan ONeal, Elton John, Valentino, Yves Saint-Laurent, Rod Stewart, Marisa Berenson, Helmut Berger y una larga lista de etcéteras.
Hubo celebraciones espectaculares. La fiesta de cumpleaños de Bianca Jagger, con Lady Godiva desnuda, montada en su caballo blanco; la noche de circo organizada por Valentino; la noche del siglo XVIII de Karl Lagerfeld; la noche de Saint-Laurent para el lanzamiento de su perfume Opium; una noche de brujas; un homenaje a Dolly Parton con Studio 54 decorado como una granja; la noche de Armani o el cumpleaños de Elizabeth Taylor. Y un día, de improviso, Studio 54 murió y empezó la leyenda.
El club fue cerrado por la policía en 1980: Schrager y Rubell fueron enjuiciados por evasión de impuestos y se les prohibió seguir operando. Después de pasar un tiempo en la cárcel, los dos asesoraron al Palladium, el mayor nightclub de Nueva York en los años 80. Luego formaron una sociedad y se dedicaron a la hotelería (un imperio en el que se cuentan los espléndidos Delano de Miami y Paramount de Nueva York). Rubell murió de sida en 1989 y Schrager sigue creciendo en la hotelería.Hay quienes recuerdan a Studio 54 como una leyenda, mientras otros piensan en la disco como en una pesadilla. Bianca Jagger, por ejemplo, no quiere ni siquiera hablar del tema: Ojalá jamás hubiera vivido ese período de mi vida-dijo.
Pero Studio 54 se ha convertido en objeto de culto.
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