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8 de octubre de 2009

EL FORTIN ALVAREZ, UNA HISTORIA DIFERENTE

Las ruinas del fortín Alvarez, que tan meritorios servicios prestó a la causa reivindicadora de Ayutla, se levantan encajonadas en la pendiente posterior del cerro de La Mira. Sus muros de piedras superpuestas anuncian el derrumbe, pero surgen por encima de raíces y ramas incrustadas en los huecos agrandados de las antiguas aspilleras, y cubren una torta de desechos de roca, que en semicírculo congestionan su interior.El reducto mencionado y al igual que otros tres fortines fue construido a principios de 1854 por el coronel Ignacio Comonfort. con la idea de preservar a la ciudad de Acapulco de algún ataque de los santanistas.
Desechan los datos anteriores la errónea creencia de que al generalísimo Morelos se debe la obra de defensa citada y desde donde, según la conseja popular, inició la apertura de un túnel conectado al castillo de San Diego, y cuya entrada, también se asegura, comenzaba en la caverna de Húmboldt, mejor conocidapor cueva del Diablo. que puede localizarse en la entrante demarcada por los acantilados de La Quebrada.
Ambas versiones pierden la fuerza de la veracidadal haberse comprobado. que la galería subterránea iniciada por el cura de Carácuaro, tuvo su principio enderredor del fuerte. en la porción de terreno comprendida entre la playa de Hornitos. donde aún se notan las excavaciones cubiertas de maleza y por los deslaves de tierra colorada.

Algo inexplicable acontecía en el fortín Alvarez, a juzgar por la pérdida diaria de un soldado, que desaparecía de la noche al amanecer, posiblemente en premeditada deserción.
Al principio no concedieron importancialos jefes rebeldes al raro comportamiento atribuido a sus
hombres; y en cambio, al ordenar una investigación, la cual no pudo determinar el alcance de los hechos, entonces se llegó a la conclusión de que los desaparecidos, eran individuos cobardes y temerosos de perder la vida en la lucha armada.
Pero como se destinaron nuevos elementos de guarnición en aquel lugar y volvieron a perderse, unos tras otros, la alarma cundió entre los porteños, quienes sólo se concretaron a considerarlos como traidores.
Cuando triunfó la causa restauradora, reinó nuevamente la tranquilidad en Acapulco. Los reductos que sirvieron para su defensa. presentaron novedosos atractivos a los curiosos infatigables, y por ello el fortín Alvarez, comunicado mediante la vereda del Venadito, le convirtió en concurrido paseo de los muchachos traviesos, que iban en pos de mariposas y a matar pajari-tos para disecarlos en la escuela.
Durante una tarde de comienzo de lluvias, proyectaron algunos vecinos alegre excursión, la cual concluirían la puesta del Sol. Pero sin dar lugar al término fijado, quebrando ramas y rompiendo montes, por entre las laderas del cerro se resbaló una serpiente, de fauces descomunales, que intentó engullirse al distraído paseante.
Al ser notada, la desbandada fue general, y resulto venturosa, porque todos retornaron a la poblacion a contar el sucedido respecto a la aparición de la colosal culebra, misma que por su tamaño, sólo habían coocido en los cuentos fantásticos.El fiel relato de los excursionistas dio pábulo a una versión popular, de que esa serpiente era la misma que antes había devorado a los defensores del fortínarez. Entonces se dijo, que su guarida la tenía en el vetusto túnel mandado construir por Morelos, y de ahí nació la crencia de nuestros antepasados, de que el reducto histórico data desde la guerra de Independencia.
Las familas porteñas dejaron de visitar, por muchos años el interesante fortín Alvarez, porque vívieron con la impresión fresca de la terrible amenaza del descomunal reptil, pero al menos retiraron el injusto calificativo de traidores que dieron a los soldados desaparecidos y quienes, de la noche a la mañana, servían de pasto a la legendaria culebra, que con facilidad se desplazaba por entre las escarpadas depresiones del cerro de La Mira, para luego sembrar la muerte en el reducto liberal acapulquense, como no consiguieron hacelo ni lasbalas ni la peste.

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