
A principios de los años setenta, las compañías discográficas empezaron a sacar al mercado sencillos de 30 cm, respondiendo a las demandas de los DJ's, que se quejaban que el single de 17 cm les resultaba muy incómodo. Desde que aparecieran los Lp's unos años antes -un formato que podía contener temas de hasta veinticinco minutos- se había venido abajo la antigua idea de que la duración óptima de una canción era de dos o tres minutos. Sin embargo, en los discos de 45 cm, ese tipo de temas necesitaban ser editados y su contenido separado entre ambas caras del mismo. La aparición del sencillo de 30 cm cambió radicalmente el panorama. Como técnicamente se disponía de mayor calidad y duración en el formato, el músico se podía extender cuanto quisiera en los arreglos, permitiéndose versionar y alargar sus propios temas y recurriendo, a menudo, a una fórmula mucho más comercial y, por tanto, bailable de arreglar sus canciones. Es lo que se llamaría luego maxi-single.
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