A principios de los años setenta, las compañías discográficas empezaron a sacar al mercado sencillos de 30 cm, respondiendo a las demandas de los DJ's, que se quejaban que el single de 17 cm les resultaba muy incómodo. Desde que aparecieran los Lp's unos años antes -un formato que podía contener temas de hasta veinticinco minutos- se había venido abajo la antigua idea de que la duración óptima de una canción era de dos o tres minutos. Sin embargo, en los discos de 45 cm, ese tipo de temas necesitaban ser editados y su contenido separado entre ambas caras del mismo. La aparición del sencillo de 30 cm cambió radicalmente el panorama. Como técnicamente se disponía de mayor calidad y duración en el formato, el músico se podía extender cuanto quisiera en los arreglos, permitiéndose versionar y alargar sus propios temas y recurriendo, a menudo, a una fórmula mucho más comercial y, por tanto, bailable de arreglar sus canciones. Es lo que se llamaría luego maxi-single.
Curiosamente, fue una película la que popularizó a niveles masivos la costumbre de ir a bailar a las discotecas. Si bien el público conocía de sobra su existencia y estaba acostumbrado a ver en las páginas de las revistas a personajes célebres entrando o saliendo del famoso Studio 54, el fenómeno "discotequero" parecía estarle restringido al público normal. El éxito de la película Fiebre del sábado en la noche puso de moda las discotecas en todo el mundo, globalizando esta nueva costumbre. La banda sonora del filme, con canciones de Bee Gees, Tavares, Kool & The Gang y K.C. and The Sunshine Band, supone el espaldarazo comercial definitivo para que este tipo de música se considere como uno de los géneros musicales más importantes de la década de los setenta. Si la película había sido un gran éxito de taquilla, el disco de la banda sonora no fue menos. Poco después de su publicación, el disco llegó a lo más alto de las listas americanas, ocupando los primeros puestos durante casi seis meses (desde enero a julio de 1978), y fue el disco más vendido ese año tanto en EE.UU. como en el Reino Unido. El éxito de productores como Frank Farian con el grupo Boney M y de Giorgio Moroder con la cantante Donna Summer fueron la demostración definitiva de que la música disco era la música de moda a finales de los setenta.
En Filadelfia, los productores Kenny Gamble y Leon Huff dieron forma a un nuevo sonido que llevaba el nombre de la ciudad y bajo cuya etiqueta se impulsaron las carreras de grupos como The O'Jays o el antes mencionado Harold Melvin & The Blues Notes, emulando lo que Motown había hecho en Detroit una década antes. Estos grupos del denominado sonido Filadelfia crearon un sonido disco que conservaba toda la calidez del soul. El resultado de todas estas mezclas fue el nacimiento de discotecas especializadas en cada uno de los estilos musicales.
Curiosamente, fue una película la que popularizó a niveles masivos la costumbre de ir a bailar a las discotecas. Si bien el público conocía de sobra su existencia y estaba acostumbrado a ver en las páginas de las revistas a personajes célebres entrando o saliendo del famoso Studio 54, el fenómeno "discotequero" parecía estarle restringido al público normal. El éxito de la película Fiebre del sábado en la noche puso de moda las discotecas en todo el mundo, globalizando esta nueva costumbre. La banda sonora del filme, con canciones de Bee Gees, Tavares, Kool & The Gang y K.C. and The Sunshine Band, supone el espaldarazo comercial definitivo para que este tipo de música se considere como uno de los géneros musicales más importantes de la década de los setenta. Si la película había sido un gran éxito de taquilla, el disco de la banda sonora no fue menos. Poco después de su publicación, el disco llegó a lo más alto de las listas americanas, ocupando los primeros puestos durante casi seis meses (desde enero a julio de 1978), y fue el disco más vendido ese año tanto en EE.UU. como en el Reino Unido. El éxito de productores como Frank Farian con el grupo Boney M y de Giorgio Moroder con la cantante Donna Summer fueron la demostración definitiva de que la música disco era la música de moda a finales de los setenta.
En Filadelfia, los productores Kenny Gamble y Leon Huff dieron forma a un nuevo sonido que llevaba el nombre de la ciudad y bajo cuya etiqueta se impulsaron las carreras de grupos como The O'Jays o el antes mencionado Harold Melvin & The Blues Notes, emulando lo que Motown había hecho en Detroit una década antes. Estos grupos del denominado sonido Filadelfia crearon un sonido disco que conservaba toda la calidez del soul. El resultado de todas estas mezclas fue el nacimiento de discotecas especializadas en cada uno de los estilos musicales.
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